Un sueño a los nueve
años
Aquel muchacho se llama Juanito Bosco. Se le murió el papá cuando tenía dos años. La mamá que cuece en el horno el pan blanco y le enseña la generosidad, se llama Margarita.
Una noche Juanito tiene un sueño. El mismo lo va a contar algunos años después.
"A los nueve años tuve un sueño que me quedó profundamente grabado durante toda la vida. En el sueño me pareció encontrarme cerca de casa, en un patio bastante espacioso, donde se había reunido una cantidad de niños para jugar. Algunos reían, no pocos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, enseguida me lancé en medio de ellos, a trompada limpia a diestro y siniestro y gritándoles para hacerlos callar.
En aquel preciso instante apareció un Hombre venerando, noblemente vestido. El rostro era tan luminoso que no podiá fijar los ojos en él. Llamóme por mi nombre y me dijo:
-No con golpes sino con la mansedumbre y con la caridad deberás conquisatr a estos tus amigos. Por consiguiente, ponte en seguida a hablarles sobre la fealdad del pecado y sobre la hermosura de la virtud.
Confundido y asustado respondí que yo era un muchacho pobre e ignorante. En aquel momento los muchachos acabando con las peleas y la gritería se juntaron rodeando al que me hablaba. Yo, casi sin saber lo que decía, le pregunte:
-¿Quién es Ud. que me está mandando cosas imposibles?
-Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te enseño a saludar tres veces al día. Mi nombre presuntáselo a mi Madre.
Luego vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto resplandeciente como el Sol. Dándose ella cuenta de que yo estaba un tanto consufo me hizo señas de que me acercara, me tomó la mano con bondad y me dijo:
-¡Mira!- Y mirando me di cuenta de que aquellos chiquillos habíanhuido todos; en su lugar contemplé una cantidad de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales.
-Aquí tienes tu campo -me dijo- aquí deberás trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto; y lo que ves que sucede ahora con estos animales, tú has de lograrlo con mis hijos.
Volví entonces la mirada y ¿qué veo? En lugar de animales feroces aparecieron muchos corderos mansitos, que brincando corrían y bailaban, como para hacer fiesta, en rededor de aquel hombre y de aquella Señora.
En ese momento, siempre soñando, me puse a llorar, y le rogué a la Señora que me hablase de un modo claro, porque yo no sabía qué quería decirme.
-A su tiempo, todo lo comprenderás.
Había pronunciado apenas estas palabras, cuando un ruido me despertó, y desaparecieron todas las cosas vistas. Yo me quedé medio atolondrado. Me parecía que las manos me dolían por los puñetazos que había propinado; que la cara me ardía por la bofetadas recibidas de aquellos traviesos".
Una noche Juanito tiene un sueño. El mismo lo va a contar algunos años después.
"A los nueve años tuve un sueño que me quedó profundamente grabado durante toda la vida. En el sueño me pareció encontrarme cerca de casa, en un patio bastante espacioso, donde se había reunido una cantidad de niños para jugar. Algunos reían, no pocos blasfemaban. Al oír aquellas blasfemias, enseguida me lancé en medio de ellos, a trompada limpia a diestro y siniestro y gritándoles para hacerlos callar.
En aquel preciso instante apareció un Hombre venerando, noblemente vestido. El rostro era tan luminoso que no podiá fijar los ojos en él. Llamóme por mi nombre y me dijo:
-No con golpes sino con la mansedumbre y con la caridad deberás conquisatr a estos tus amigos. Por consiguiente, ponte en seguida a hablarles sobre la fealdad del pecado y sobre la hermosura de la virtud.
Confundido y asustado respondí que yo era un muchacho pobre e ignorante. En aquel momento los muchachos acabando con las peleas y la gritería se juntaron rodeando al que me hablaba. Yo, casi sin saber lo que decía, le pregunte:
-¿Quién es Ud. que me está mandando cosas imposibles?
-Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te enseño a saludar tres veces al día. Mi nombre presuntáselo a mi Madre.
Luego vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto resplandeciente como el Sol. Dándose ella cuenta de que yo estaba un tanto consufo me hizo señas de que me acercara, me tomó la mano con bondad y me dijo:
-¡Mira!- Y mirando me di cuenta de que aquellos chiquillos habíanhuido todos; en su lugar contemplé una cantidad de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales.
-Aquí tienes tu campo -me dijo- aquí deberás trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto; y lo que ves que sucede ahora con estos animales, tú has de lograrlo con mis hijos.
Volví entonces la mirada y ¿qué veo? En lugar de animales feroces aparecieron muchos corderos mansitos, que brincando corrían y bailaban, como para hacer fiesta, en rededor de aquel hombre y de aquella Señora.
En ese momento, siempre soñando, me puse a llorar, y le rogué a la Señora que me hablase de un modo claro, porque yo no sabía qué quería decirme.
-A su tiempo, todo lo comprenderás.
Había pronunciado apenas estas palabras, cuando un ruido me despertó, y desaparecieron todas las cosas vistas. Yo me quedé medio atolondrado. Me parecía que las manos me dolían por los puñetazos que había propinado; que la cara me ardía por la bofetadas recibidas de aquellos traviesos".
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